Categorías: Anuncios , Eventos , Homilías Publicado el: 24 de agosto de 2025 Etiquetas: 320 palabras 9,7 minutos de lectura
Sirviendo a la iglesia
COMPARTIR

Usar sus dones para servir en la Iglesia

Por Krystal Montgomery y Roland Flasch

Cada uno de nosotros está dotado de manera única por Dios con talentos, habilidades y carismas, gracias especiales dadas a través del Espíritu Santo no para nuestro propio beneficio, sino para edificar el Cuerpo de Cristo y servir a los demás. Como nos recuerda San Pablo en 1 Corintios 12, aunque somos muchas partes, somos un solo cuerpo. Y cada parte tiene un papel vital que desempeñar.

En la Iglesia Católica, los carismas son más que talentos naturales; son habilidades dadas por el Espíritu destinadas a la misión. Ya sea el don de la enseñanza, la hospitalidad, la música, el liderazgo, el servicio, la oración intercesora o el aliento, cada carisma es un canal del amor de Dios por los demás. Cuando usamos estos dones con humildad y amor, reflejamos a Cristo al mundo y ayudamos a llevar Su luz a lugares oscuros.

Servir a los demás a través de nuestros carismas no siempre significa grandes gestos. A veces es el voluntario silencioso que se prepara para la misa, el catequista que guía suavemente a un niño en la fe o el feligrés que ora fielmente por los enfermos. Estos actos, aunque pequeños en apariencia, tienen un significado eterno cuando se ofrecen con amor.

Dios nos llama a cada uno de nosotros a discernir cómo debemos servir. Esto implica oración, reflexión y, a veces, salir de nuestras zonas de confort. Es posible que ya estés usando tus dones sin darte cuenta. La Iglesia florece cuando cada miembro ofrece sus dones con generosidad y alegría.

Si alguna vez has sentido el tirón de involucrarte, no lo ignores. Tu parroquia te necesita. Tu comunidad te necesita. Más importante aún, Dios te está invitando. Pídele que te muestre tus dones y dónde puedes servir. Cuando damos lo que tenemos, no importa cuán pequeño sea, Dios lo multiplica de maneras que nunca podríamos imaginar.

Seamos una Iglesia viva en el Espíritu, cada uno de nosotros sirviendo con los dones que se nos han dado.